jueves, 7 de abril de 2016

Enfermedad mental y exclusión social

Cabe comenzar esta reflexión con la pregunta: ¿Qué es la exclusión social? Este término se popularizó en Francia en los años 80 como la contrapartida al término integración social y su evolución es paralela al mismo. Lo que nos une como sociedad es lo mismo de lo que están privadas las personas en una situación de exclusión. Y lo que nos une como sociedad hace alusión a los derechos y deberes que interiorizamos, a los factores culturales, históricos y lingüísticos que compartimos y, sobre todo, a la sensación de pertenencia al grupo social. Las personas en situación de exclusión social se ven por tanto privadas de sus derechos como ciudadanos y de la sensación de formar parte de algo más grande. 

Esta misma situación de privación de derechos y de ausencia de pertenencia es, por desgracia, una realidad demasiado cotidiana para las personas con enfermedades mentales severas. A menudo se ven privados de la posibilidad de tener un empleo (tan solo el 28% de las personas con trastornos mentales trabaja), frecuentemente viven en una institución (hasta un 13% de los hombres con esquizofrenia viven en un centro residencial), pocas veces acuden a votar.... y a veces, se cuestiona su capacidad para ejercer como padres/madres o para decidir sobre el transcurrir de su propia vida. 

Pero solo nos encontramos ante la privación de derechos. Aparece también un fantasma incluso mayor, el de la estigmatización. Las creencias que la sociedad tiene en cuanto al enfermo mental acostumbran a ser injustas, excluyentes y, sobre todo, mentira. En los medios de comunicación se habla de su peligrosidad, de su debilidad, de su impredicibilidad. ¿En base a qué? Desde luego en base al sensacionalismo y no al estudio de la situación real. La sociedad tiende a mantenerse alejada de la enfermedad mental, quizá porque nos recuerde nuestra propia locura. Nos centramos en las diferencias que existen entre el enfermo y nosotros, supongo que intentando protegernos de nosotros mismos. Resulta difícil pensar ¿en qué me parezco yo a un esquizofrénico? Si nos paramos un momento, veremos que existen muchas más similitudes entre nosotros de las que pensamos, de hecho, casi todo son similitudes. Nos preocupan las mismas cosas, nos emocionan situaciones similares. Todos queremos ser queridos, queremos formar parte, todos queremos ejercer nuestros derechos, queremos trabajar, tener casa... Nos importa tener familia, disfrutamos con los amigos, a veces nos enamoramos y otras nos desmontamos por amor. A veces mataríamos a nuestros padres y otras veces nos cuesta separarnos.  Queremos sentirnos útiles, queremos saber, queremos dedicir cómo dónde y cuándo escribir nuestra propia historia. Ahí, nada nos diferencia. 


Lucía del Río Casanova
Psiquiatría
Rúa Rosalía de Castro nº44A-b
Santiago de Compostela
Cita previa ao teléfono 717707566

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