martes, 14 de junio de 2016

Terapia electroconvulsiva: desestigmatizando el electrochoque

Allá por los años 30 del siglo XX, los psiquiatras comenzaron a darse cuenta de que algunos pacientes con cuadros de angustia marcada, con psicosis graves y/o catatonía mejoraban tras sufrir una convulsión espontánea. Se veían que algunos de estos pacientes que también eran epilépticos encontraban alivio de sus síntomas psicóticos cuando convulsionaban. Se comenzaron a hacer ensayos en pacientes muy graves observando la efectividad sobre los síntomas depresivos y psicóticos que tenía el hecho de administrar una carga de corriente al cerebro. La práctica se fue popularizando y en los años 60 ya era usada en múltiples países y para tratar diversas condiciones clínicas. 

Pero la terapia electroconvulsiva (TEC) también ha sido utilizada en condiciones de guerra, como método punitivo y en experimentos ética deplorable. Esta mala fortuna ha hecho que el tratamiento se haya estigmatizado y que resulte a día de hoy entendido como una brutalidad, como una forma de lavado de cerebro o de borrado de memoria. Sin embargo, muchas cosas han cambiado desde que se empezó a implementar el TEC. El procedimiento que se realiza en la actualidad es muy diferente de aquel de la primera mitad del siglo pasado. Hoy en día se calcula que alrededor de un millón de personas en el mundo reciben TEC cada año. El tratamiento dura generalmente entre 6 y 12 sesiones que son administradas 2-3 veces por semana. La investigación ha permitido reducir los tiempos de duración de la convulsión y ajustarlos a criterios empíricamente validados. Esto ha disminuido en gran medida los efectos secundarios desagradables que pueden aparecer. Los pacientes sometidos a TEC sufren a menudo problemas de amnesia durante la administración del tratamiento, pero es importante recalcar que en la mayoría de los casos estos son transitorios y la persona recupera por completo sus funciones. Se trata de una técnica que se lleva a cabo en quirófano, en presencia de un psiquiatra, una enfermera y un anestesista. El paciente recibe un relajante muscular y es anestesiado durante un breve periodo de tiempo. Las indicaciones del tratamiento también se han ido afinando y a día de hoy se conoce bien en qué situaciones clínicas concretas se debe realizar y en cuales no. Su aplicación está restringida a algunas condiciones clínicas siempre de mucha gravedad en las que además, el tratamiento obtiene una efectividad superior a los fármacos y resulta menos dañino.

En la actualidad, se utiliza para casos de depresión muy severa. Aunque os parezca difícil creerlo, algunas personas con una depresión grave van ralentizando su funcionamiento mental, su pensamiento, su movilidad, etc... de tal manera que terminan por quedar prácticamente paralizados. En estos casos, la TEC resulta más efectiva y menos dañina que mantener un estado clínico semejante. Cuando las psicosis y en las manías (una manía es un cuadro clínico de euforia opuesto a la depresión) no responden a otros tratamientos y el estado bien de agitación bien de inhibición es muy grave, la TEC estaría también indicada. Hay que recordar que mantener durante mucho tiempo algunos estados cerebrales resulta tóxico y dañino para el cerebro per sé. 

Se trata además de una terapia en la que la ganancia empresarial es mínima. Se realiza con un aparato barato que tiene una vida larga y evita tratamientos farmacológicos costosos y que también tienen su potencial dañino. Por tanto, no es una terapia que interese a empresas farmacéuticas ni una terapia que resulte fácil de entender para la sociedad en general (dados los antecedentes de mal uso y la estigmatización en películas, libros, etc). Si a pesar de estos dos inconvenientes y de los avances de la ciencia, esta terapia ha perdurado hasta la actualidad quizás tenga que ver con que realmente, por mucho que nos cueste creerlo, su beneficio supera al riesgo a correr en muchas de las situaciones graves que hemos presentado. 

No pretendo hacer apología del uso ni de esta ni de otras terapias. No es una terapia hacia la que sienta mayor simpatía... pero es en todo caso, una terapia que tiene su ámbito concreto de actuación en el cual su uso resulta justificable tanto empírica como éticamente. 

Ojalá en un futuro tengamos instrumentos mejores para abordar algunas patologías: tanto instrumentos sociales, como psicoterapéuticos, como farmacológicos. Ojalá esto nos permita sustituír las líneas terapéuticas actuales por otras cada vez más afinadas y menos lesivas. Mientras tanto, toca poner un pie en la tierra y entender que a veces lo mejor es enemigo de lo bueno, y que a veces lo prejuicios no nos permite valorar con mentalidad abierta cierto tipo de situaciones. 




Lucía del Río Casanova
Psiquiatra
Rosalía de Castro Nº 44
Santiago de Compostela
Cita previa al tfno 717707566