lunes, 29 de febrero de 2016

El hombre que reivindicó el valor artístico de los enfermos mentales: Hans Prinzhorn.




Hans Prinzhorn es un Psiquiatra e Historiador del Arte de origen germano que nació en Westphalia en 1886. Se trata de un hombre que vivió vinculado a la ciencia pero también al arte, de hecho a punto estuvo de convertirse en cantante profesional (se trasladó a Inglaterra para formarse en canto). Sin embargo, sería en el nexo entre la enfermedad mental y el arte donde realizaría su mayor aportación. Se formó en la escuela de Heidelberg y consiguió ya en sus primeros años de formación recopilar más de 5000 trabajos artísticos de pacientes. 

En 1922 publicó su conocido Bilnerei der Gesterkranken "El arte de los enfermos mentales", que no obtuvo excesivo reconocimiento entre sus colegas contemporáneos pero sí consiguió ser de gran inspiración para los artistas surrealistas que forjarían su legado en el París de entreguerras. Los surrealistas tomaron cuatro recursos creativos propios de los enfermos mentales como son los dibujos automáticos, la combinación de motivos no relacionados entre sí, el método crítico-paranoico que desarrolló Dalí y el amalgamamiento de figuras.  "El arte de los enfermos mentales" sin buscarlo ha conseguido tener una gran influencia sobre la historia del arte y se considera demás el primer intento de poner de relieve la conexión entre la enfermedad mental y la capacidad artística.

Prinzhorn escribió también Zehn Levensläufen schizophrener Bilder "Diez biografías de artistas esquizofrénicos" en la que analiza la vida y obra de diez de estos artistas seleccionados, estudiando meticulosamente su contexto, sus influencias, etc. 

Hans Prinzhorn no obtuvo una gran valoración de su trabajo como Psiquiatra ni tampoco como Psicoterapeuta por parte de sus contemporáneos. No consiguió hacerse un camino en el ámbito universitario como le hubiera gustado. Tras su fracaso en lo profesional y la decepción personal causada por tres sucesivas separaciones matrimoniales, su vida finalizaría antes de tiempo a causa del padecimiento de tifus. 

Con el paso de los años su figura ha adquirido reconocimiento internacional  y la colección que con tanto esmero recopiló puede encontrarse en la Universidad de Heidelberg. 


Lucía del Río Casanova
Psiquiatra
Rúa Rosalía de Castro nº 44A-bajo
Santiago de Compostela 
Cita previa al teléfono 717707566

jueves, 25 de febrero de 2016

¿Qué es un grupo de dificultades de adquisición del rol de terapeuta?



Los grupos de dificultades de adquisición del rol de terapeuta (DART) son grupos destinados a
 promover la reflexión y la ayuda mutua entre profesionales vinculados a psicoterapia.  Ser terapeuta no es una tarea sencilla. Implica tener capacidad de escucha y requiere dejar de lado nuestros juicios de valor,  nuestra carga moral previa, es decir, replantearnos lo que nosotros somos. Los terapeutas son el terapia el instrumento principal, funcionan como un espejo, reflejan las dificultades del otro, le devuelven una imagen de su forma de relacionarse e intentan promover otro tipo distinto de vinculación y de afrontamiento de la propia vida. Pero para poder ser instrumento, el terapeuta precisa conocerse. Necesita saber porqué el paciente que tiene en frente le cae tan bien y porqué le cae tan mal (lo que llamamos contratrasferencia). Cuando el paciente nos cae demasiado bien corremos el riesgo de "conchabear" y cuando nos cae mal podemos terminar por confrontalo con demasiada dureza o retirarle nuestra atención. Tendremos que estar atentos en terapia también a qué rol adoptamos cuando nos sentamos frente a un paciente. Estaremos atentos a si nos estamos comportando maternalmente, nos fijaremos en si la seducción se pone en juego en algún momento, intentaremos ser conscientes de si el paciente nos apabulla y nos sentimos en un plano inferior o si por el contrario tendemos a posicionaros por encima como "la persona que sabe lo que hay que hacer". En general, todas las relaciones que implican un vínculo estrecho y en las que una las personas tiene como objetivo el servicio al otro (como es el caso de la medicina, la psicoterapia, la educación, etc) son relaciones asimétricas. Esto no quiere decir que tengan que ser autoritarias, sino que ambas personas no se encuentran en la misma posición. Y es por ello que es tan frecuente que aparezca lo que denominamos narcisismo terapéutico. Resulta fácil que los terapeutas nos sobreimpliquemos o adquiramos un rol de salvadorEn terapia conviene saber que nadie puede salvar a nadie, solo uno mismo podrá salvarse. De creer lo contrario es fácil que tendamos a manifestarnos como omnipotentes y a considerar que la persona no sabe lo que le conviene. A día de hoy se considera cada vez más que debemos buscar una perspectiva que coloque al paciente en el centro y que lo considere protagonista y responsable de su propia historia. 

Pero conseguir facilitar este proceso no es, tal y como venimos diciendo, cuestión baladí. Los terapeutas pasamos a menudo por un largo proceso de autoconocimiento, de cuestionamiento de nuestras propios valores, de observación de nuestra propia forma de relacionarnos. Porque todos estos factores serán fundamentales para entender lo que pasa en la terapia. En terapia está lo que pone el otro, lo que pongo yo y lo que construímos juntos. Para lidiar con todas estas dificultades se vienen realizando desde hace casi un siglo diversas reuniones entre profesionales para reflexionar sobre la evolución de los casos que atienden. Estas reuniones pueden adquirir el formato de una supervisión en el sentido psicoanalítico, pueden orientarse como sesiones clínicas (en las que el rol del terapeuta queda a menudo olvidado) o pueden el formado de los grupos DART  que hemos introducido donde las dificultades del terapeuta toma especial relevancia.

Ha habido algunas metodologías que han enriquecido mucho el funcionamiento de estos grupos. Quisiéramos destacar la metodología de grupos Balint que viene ya la de los años 50 del siglo pasado y que se usa tanto para formación, como prevención del burnout y como instrumento en la adquisición del rol de terapeuta. Los Grupos Balint funcionan mediante sesiones de encuentro entre varios profesionales y un conductor, para exponer y reflexionar conjuntamente, a través de casos concretos, sobre las dificultades personales que aquellos encuentran en la práctica clínica. Las reuniones funcionan, pues, como una mezcla de sesión clínica, grupo de reflexión y grupo de ayuda mutua. 
Por desgracia, suelen faltar espacios de este tipo en nuestro medio. Nos queda un largo camino por recorrer. 


  

Lucía del Río Casanova
Psiquiatra
Santiago de Compostela
Rosalía de Castro nº 44A- bajo

Cita previa al teléfono 717707566


sábado, 13 de febrero de 2016

Trastorno negativista desafiante en la infancia y adolescencia

A raíz de una breve noticia en el Telexornal de la TVG en el que tuve la oportunidad de decir unas breves palabras (ver noticia), ha surgido la necesidad de profundizar un poco más en un tema que resulta de interés para padres, profesores, psicólogos, médicos y para la sociedad en general. La noticia presentaba un estudio del Hospital Sant Pau de Barcelona que indicaba que los trastornos de conducta y el trastorno negativista desafiante en niños y adolescentes había aumentado notoriamente desde el inicio de la crisis. 

Pero, empecemos por el principio. ¿Qué es el trastorno negativista desafiante? Primeramente cabe destacar que se trata de un diagnóstico controvertido. Muchos profesionales del ámbito de la salud  mental consideran que no es adecuado referirse a este trastorno como "una enfermedad", opinión que comparto. El trastorno hace referencia a un patrón de relación con los demás, es decir, a una manera que el niño/adolescente adquiere para presentarse ante el mundo e interaccionar con el. Esta manera de relación está basada en la hostilidad, la irritabilidad, la tendencia a desafiar al otro y a responder de forma rebelde. Para que el diagnóstico se pueda realizar este patrón tiene que aparecer en varios ámbitos de la vida (no es suficiente si solo aparece en el colegio o si solo se manifesta con un hermano) y tiene que generar problemas en la adaptación y funcionamiento del sujeto. He aquí una de las mayores controversias con este y otros trastornos: el diagnóstico se vincula con el nivel de tolerancia de la sociedad y con la capacidad que esta tenga de incluir/excliír a la persona. Resulta fácil entender el carácter subjetivo que el diagnóstico trae consigo. 

¿Porqué ponerle una etiqueta? La respuesta es sencilla y preocupante. Muchos de estos nuevos diagnósticos han alcanzado gran éxito en estados unidos y su tipificación como trastornos está íntimamente relacionada con la necesidad de justificar el tratamiento de los niños ante las compañías de seguros médicos. Aunque el diagnóstico pudiera ser dudoso, lo que sí parece razonable es que niños que tienen este patrón relacional puedan requerir de ayuda por parte de un terapeuta. Para pode acceder a la atención psicológica o psiquiátrica en Estados Unidos se requiere que el profesional justifique un diagnóstico. Es por ello que algunas condiciones que no debieran ser calificadas como "enfermedades" hallan adquirido la entidad de trastorno, etiqueta que asegura el acceso a una atención psicológica. 

La segunda cuestión hace referencia a porqué este patrón ha aumentado en los últimos años. Los condicionantes sociales, educativos, culturales y familiares que asocia este "trastorno" son complejos. El aumento de la desigualdad social, el paro,  las dificultades entre la conciliación familiar y laboral, la disminución de la red de soporte de los niños durante la crianza (previamente realizada por grupos familiares más amplios y redes de vecinanza mejor entretejidas), la sobrecarga de estímulos y actividades a la que se ven abocados nuestros niños, los cambios en la constitución de las familias, etc... son algunos de los ingredientes que generan el caldo de cultivo que nutre a este patrón de conducta. Destacaba también que el estudio hablaba del aumento de otras enfermedades psiquiátricas desde el inicio de la crisis, en especial de los trastornos ansiosos y depresivos. Me pregunto si el aumento de la patología en los padres no será otro de los factores implicados. Lo que resulta claro es que los niños y adolescentes son especialmente sensibles a los cambios familiares y sociales. Vemos como a veces son los niños los que manifiestan la "enfermedad" familiar o social. Resulta cuanto menos curioso que ante la evolución social nuestros niños se manifiesten desafiantes, hostiles y hasta psicopáticos. Observar lo que le pasa a nuestros pequeños puede darnos una pista para saber donde estamos metiendo la pata como sociedad y como familia. Lejos de culparlos, podemos darles las gracias de presentarnos esta información que los mayores a menudo intentamos tapar. 

Y por último, cabe referirnos a cómo tratar esta condición. Los niños con trastorno negativista desafiante tienen a menudo muy baja autoestima y sienten el entorno como hostil lo que hace que sus respuestas se vuelvan también hostiles. En otras ocasiones son niños que obtienen atención únicamente cuando hacen algo "malo", lo cual hipertrofia su necesidad de proseguir obrando "mal" para así recibir la atención y mantenerse en el vínculo que tanto necesitan. Se trata de niños cuya riqueza emocional ha sido truncada. Normalmente los niños y adultos deberíamos poder experimentar la variedad emocional que nuestra biología y nuestra historia nos permite. Deberíamos encontrarnos a veces tristes, a veces alegres, otras sentir miedo, otras asco o rabia. En el trastorno negativista desafiante la rabia aparece como la respuesta prioritaria y a veces, casi la única respuesta. Educando en las emociones, trabajando en su reconocimiento, sobre la importancia que cada una de ellas tiene en nuestra vida, estos niños podrán poco a poco recuperar esa riqueza emocional que les fue arrebatada. Otra línea de trabajo tiene que ver con la recuperación de la atención por parte de los padres y profesores a estos niños: se trata de devolver la atención a la parte sana, a aquello en lo que el niño consigue ser fiel a sus necesidades y respetar las del otro. El niño precisará de mucho refuerzo cuando consigue manifestarse de ese modo, que no le resulta fácil. Y como último consejo para padres y maestros, ¿porqué no dejar atrás las profecías autocumplidas? Si anticipamos que el niño lo va a "hacer mal" sabemos que lo estamos condicionando a que efectivamente "lo haga mal". Necesitan que se les devuelva la confianza, el respeto y la atención.  



Lucía del Río Casanova
Psiquiatra y psicoterapeuta
Rosalía de Castro, 44A bajo
Santiago de Compostela
Cita previa al tfno 717707566