lunes, 25 de abril de 2016

Los medicamentos que nublan la mente de nuestros mayores

Muchas personas de edad avanzada toman una gran cantidad de fármacos para diferentes dolencias. La pluripatología (padecer múltiples enfermedades) y la polimedicación (recibir numerosos fármacos) son dos realidades muy frecuentes cuando nos referimos a nuestros mayores. 

Aunque muchos fármacos son estrictamente necesarios, otras veces nos encontramos con situaciones en las que el número de medicamentos prescritos aumenta sin alcanzar un beneficio mayor. Los médicos solemos decir que poner un medicamento es fácil, pero retirarlo no lo es tanto, y esta realidad nos lleva a exponer a las perdonas de edad avanzada a más fármacos de los que a veces precisan. 

Además, se sabe que algunos fármacos repercuten de manera negativa sobre el funcionamiento cognitivo de los ancianos. Existen medicaciones que se asocian a la presencia de mayor confusión, desorientación, alteraciones en la memoria, inatención, depresión o ansiedad, etc... 

Algunos ejemplos de estos fármacos que tienen efectos importantes sobre el sistema nervioso central son los opioides. Diversos derivados opiodes son recetados en la actualidad para diferentes patologías en las que aparece el dolor. Si bien es cierto que en muchos casos es imprescindible el tomar estos fármacos (sobre todo en situaciones terminales o cuando el dolor repercute muy seriamente sobre las funcionalidad de la persona), también es cierto que a menudo son recetados en exceso. Del mismo modo algunos antihipertensivos o antiarritmicos pueden alterar las funciones cerebrales. Estas alteraciones también pueden ser producidas por los corticoides, algunos antibióticos y antifúngicos, los antihistamínicos, algunos fármacos recetados para el Parkinson o la epilepsia, etc. 

Además de estos fármacos utilizados para diferentes enfermedades médicas, múltiples medicamentos utilizados para diferentes condiciones psiquiátricas pueden alterar el funcionamiento cognitivo en cualquier persona, pero especialmente en los mayores. Hay que prestar especial atención al uso excesivo de las benzodiazepinas (un tipo de ansiolítico al que pertenecen entre otros el alprazolam o el diazepan), los antidepresivos tricíclicos (como la amitriptilina), algunos antipsicóticos, etc... Os dejo una tabla con algunos de estos fármacos para que podáis consultarla. 

Por último, me gustaría recordar que en cualquier caso, de aparecer síntomas de confusión será el médico responsable quien tendrá que valorar y tratar las diferentes causas implicadas. En ningún caso es recomendable retirar o iniciar tratamientos sin prescripción facultativa. A veces la retirada brusca de fármacos puede ser también causa del deterioro agudo de las funciones cerebrales, así que os animo a consultar cualquier duda al respecto con vuestros médicos. 








Lucía del Río Casanova
Psiquiatra
Rúa Rosalía de Castro nº 44 A-b
Santiago de Compostela
Cita previa al teléfono 717707566

jueves, 7 de abril de 2016

Enfermedad mental y exclusión social

Cabe comenzar esta reflexión con la pregunta: ¿Qué es la exclusión social? Este término se popularizó en Francia en los años 80 como la contrapartida al término integración social y su evolución es paralela al mismo. Lo que nos une como sociedad es lo mismo de lo que están privadas las personas en una situación de exclusión. Y lo que nos une como sociedad hace alusión a los derechos y deberes que interiorizamos, a los factores culturales, históricos y lingüísticos que compartimos y, sobre todo, a la sensación de pertenencia al grupo social. Las personas en situación de exclusión social se ven por tanto privadas de sus derechos como ciudadanos y de la sensación de formar parte de algo más grande. 

Esta misma situación de privación de derechos y de ausencia de pertenencia es, por desgracia, una realidad demasiado cotidiana para las personas con enfermedades mentales severas. A menudo se ven privados de la posibilidad de tener un empleo (tan solo el 28% de las personas con trastornos mentales trabaja), frecuentemente viven en una institución (hasta un 13% de los hombres con esquizofrenia viven en un centro residencial), pocas veces acuden a votar.... y a veces, se cuestiona su capacidad para ejercer como padres/madres o para decidir sobre el transcurrir de su propia vida. 

Pero solo nos encontramos ante la privación de derechos. Aparece también un fantasma incluso mayor, el de la estigmatización. Las creencias que la sociedad tiene en cuanto al enfermo mental acostumbran a ser injustas, excluyentes y, sobre todo, mentira. En los medios de comunicación se habla de su peligrosidad, de su debilidad, de su impredicibilidad. ¿En base a qué? Desde luego en base al sensacionalismo y no al estudio de la situación real. La sociedad tiende a mantenerse alejada de la enfermedad mental, quizá porque nos recuerde nuestra propia locura. Nos centramos en las diferencias que existen entre el enfermo y nosotros, supongo que intentando protegernos de nosotros mismos. Resulta difícil pensar ¿en qué me parezco yo a un esquizofrénico? Si nos paramos un momento, veremos que existen muchas más similitudes entre nosotros de las que pensamos, de hecho, casi todo son similitudes. Nos preocupan las mismas cosas, nos emocionan situaciones similares. Todos queremos ser queridos, queremos formar parte, todos queremos ejercer nuestros derechos, queremos trabajar, tener casa... Nos importa tener familia, disfrutamos con los amigos, a veces nos enamoramos y otras nos desmontamos por amor. A veces mataríamos a nuestros padres y otras veces nos cuesta separarnos.  Queremos sentirnos útiles, queremos saber, queremos dedicir cómo dónde y cuándo escribir nuestra propia historia. Ahí, nada nos diferencia. 


Lucía del Río Casanova
Psiquiatría
Rúa Rosalía de Castro nº44A-b
Santiago de Compostela
Cita previa ao teléfono 717707566