sábado, 13 de febrero de 2016

Trastorno negativista desafiante en la infancia y adolescencia

A raíz de una breve noticia en el Telexornal de la TVG en el que tuve la oportunidad de decir unas breves palabras (ver noticia), ha surgido la necesidad de profundizar un poco más en un tema que resulta de interés para padres, profesores, psicólogos, médicos y para la sociedad en general. La noticia presentaba un estudio del Hospital Sant Pau de Barcelona que indicaba que los trastornos de conducta y el trastorno negativista desafiante en niños y adolescentes había aumentado notoriamente desde el inicio de la crisis. 

Pero, empecemos por el principio. ¿Qué es el trastorno negativista desafiante? Primeramente cabe destacar que se trata de un diagnóstico controvertido. Muchos profesionales del ámbito de la salud  mental consideran que no es adecuado referirse a este trastorno como "una enfermedad", opinión que comparto. El trastorno hace referencia a un patrón de relación con los demás, es decir, a una manera que el niño/adolescente adquiere para presentarse ante el mundo e interaccionar con el. Esta manera de relación está basada en la hostilidad, la irritabilidad, la tendencia a desafiar al otro y a responder de forma rebelde. Para que el diagnóstico se pueda realizar este patrón tiene que aparecer en varios ámbitos de la vida (no es suficiente si solo aparece en el colegio o si solo se manifesta con un hermano) y tiene que generar problemas en la adaptación y funcionamiento del sujeto. He aquí una de las mayores controversias con este y otros trastornos: el diagnóstico se vincula con el nivel de tolerancia de la sociedad y con la capacidad que esta tenga de incluir/excliír a la persona. Resulta fácil entender el carácter subjetivo que el diagnóstico trae consigo. 

¿Porqué ponerle una etiqueta? La respuesta es sencilla y preocupante. Muchos de estos nuevos diagnósticos han alcanzado gran éxito en estados unidos y su tipificación como trastornos está íntimamente relacionada con la necesidad de justificar el tratamiento de los niños ante las compañías de seguros médicos. Aunque el diagnóstico pudiera ser dudoso, lo que sí parece razonable es que niños que tienen este patrón relacional puedan requerir de ayuda por parte de un terapeuta. Para pode acceder a la atención psicológica o psiquiátrica en Estados Unidos se requiere que el profesional justifique un diagnóstico. Es por ello que algunas condiciones que no debieran ser calificadas como "enfermedades" hallan adquirido la entidad de trastorno, etiqueta que asegura el acceso a una atención psicológica. 

La segunda cuestión hace referencia a porqué este patrón ha aumentado en los últimos años. Los condicionantes sociales, educativos, culturales y familiares que asocia este "trastorno" son complejos. El aumento de la desigualdad social, el paro,  las dificultades entre la conciliación familiar y laboral, la disminución de la red de soporte de los niños durante la crianza (previamente realizada por grupos familiares más amplios y redes de vecinanza mejor entretejidas), la sobrecarga de estímulos y actividades a la que se ven abocados nuestros niños, los cambios en la constitución de las familias, etc... son algunos de los ingredientes que generan el caldo de cultivo que nutre a este patrón de conducta. Destacaba también que el estudio hablaba del aumento de otras enfermedades psiquiátricas desde el inicio de la crisis, en especial de los trastornos ansiosos y depresivos. Me pregunto si el aumento de la patología en los padres no será otro de los factores implicados. Lo que resulta claro es que los niños y adolescentes son especialmente sensibles a los cambios familiares y sociales. Vemos como a veces son los niños los que manifiestan la "enfermedad" familiar o social. Resulta cuanto menos curioso que ante la evolución social nuestros niños se manifiesten desafiantes, hostiles y hasta psicopáticos. Observar lo que le pasa a nuestros pequeños puede darnos una pista para saber donde estamos metiendo la pata como sociedad y como familia. Lejos de culparlos, podemos darles las gracias de presentarnos esta información que los mayores a menudo intentamos tapar. 

Y por último, cabe referirnos a cómo tratar esta condición. Los niños con trastorno negativista desafiante tienen a menudo muy baja autoestima y sienten el entorno como hostil lo que hace que sus respuestas se vuelvan también hostiles. En otras ocasiones son niños que obtienen atención únicamente cuando hacen algo "malo", lo cual hipertrofia su necesidad de proseguir obrando "mal" para así recibir la atención y mantenerse en el vínculo que tanto necesitan. Se trata de niños cuya riqueza emocional ha sido truncada. Normalmente los niños y adultos deberíamos poder experimentar la variedad emocional que nuestra biología y nuestra historia nos permite. Deberíamos encontrarnos a veces tristes, a veces alegres, otras sentir miedo, otras asco o rabia. En el trastorno negativista desafiante la rabia aparece como la respuesta prioritaria y a veces, casi la única respuesta. Educando en las emociones, trabajando en su reconocimiento, sobre la importancia que cada una de ellas tiene en nuestra vida, estos niños podrán poco a poco recuperar esa riqueza emocional que les fue arrebatada. Otra línea de trabajo tiene que ver con la recuperación de la atención por parte de los padres y profesores a estos niños: se trata de devolver la atención a la parte sana, a aquello en lo que el niño consigue ser fiel a sus necesidades y respetar las del otro. El niño precisará de mucho refuerzo cuando consigue manifestarse de ese modo, que no le resulta fácil. Y como último consejo para padres y maestros, ¿porqué no dejar atrás las profecías autocumplidas? Si anticipamos que el niño lo va a "hacer mal" sabemos que lo estamos condicionando a que efectivamente "lo haga mal". Necesitan que se les devuelva la confianza, el respeto y la atención.  



Lucía del Río Casanova
Psiquiatra y psicoterapeuta
Rosalía de Castro, 44A bajo
Santiago de Compostela
Cita previa al tfno 717707566

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